Un locutor que sacude la modorra haciendo entrevistas y móviles en la radio de su pueblo. Los integrantes de una radio comunitaria que buscan cómo mejorar la calidad y cantidad de sus realizaciones. Casi 80 personas de diversos orígenes sociales y mediáticos asistieron a una charla sobre producción integral en Tucumán. Radios de primera línea que, más allá de los cambios de estilo que impone el paso del tiempo, repiten la misma fórmula desde hace más de 50 años. Algo pasa con la producción para radio, con la forma -y las formas- en la que se la piensa: hay una necesidad, hay una búsqueda. Construyamos una explicación posible que nos permita pensar cómo producir, justamente, un cambio que ya se está dando.
Evitando nombres y lugares, comparto con ustedes una anécdota: un amigo locutor, radicado en algún punto del país, se incorporó a una radio privada local para hacer aire y, dentro de su lógica de trabajo, para producirlo. De inmediato sacudió no sólo a la emisora, sino también a la competencia y al público en general: las entrevistas telefónicas a personajes de renombre -cosas que para nosotros no implica un valor en sí, pero tampoco vamos a desconocer el impacto que tiene en los oyentes el hecho de escuchar a "famosos" hablando por la radio de su pueblo- y los móviles desde espacios públicos y comercios con alguna consigna divertida rompieron con lo establecido. Si estas prácticas básicas de la producción para radio produjeron conmoción, podemos concluir que habitualmente los contenidos se realizan o resuelven sin esa dedicación.
No importan los nombres propios porque este fenómeno no es exclusivo de la localidad en la que vive y trabaja mi amigo. Mencionamos algo similar al referirnos a la búsqueda de mejorar la producción de contenidos de la radio comunitaria de San Javier -tuvieron la lucidez de detectar cuáles son sus aspectos a mejorar y se lanzaron a superarse. Casi 80 personas -muchos de ellos realizadores de radios comunitarias, universitarias y privadas- desbordaron el aula del IPAP, en San Miguel de Tucumán, ¡en pleno enero!, para participar de una capacitación sobre la cuestión. Somos cada vez más los que tomamos conciencia del desentendimiento generalizado, en mayor o menor medida, con la instancia de producción en casi cualquier emisora del país, sea privada o no. Y algo queremos hacer al respecto. Es por esto que vale la pena pensar -y repensar- qué nos pasa a los realizadores radiofónicos con la producción y por qué, como paso inicial para apuntar a generar mejores contenidos.
Queda claro que, con mayor o menor participación y compromiso de sus realizadores, se trate de radios comunitarias, escolares o privadas, sean sus realizadores adolescentes y jóvenes que van a talleres, integrantes del staff de la radio del pueblo, estudiantes de la universidad pública o de terciarios privados, hay prácticas, carencias, perspectivas y necesidades comunes:
- Creencia de que hacer un programa de radio consiste en hablar al aire, por lo tanto
- desconocimiento de la necesidad de producir y cómo hacerlo
- Confusión entre programa de radio y magazine
- Ignorancia o manejo muy rudimentario de las características, herramientas y potencial expresivo del medio
- Repetición y perpetuación de las prácticas y lógicas de la radio privada
Como hemos comentado más de una vez, hay dos factores que inciden sustancialmente en que este cuadro se repita en todo el país:
- No hay un cuestionamiento ni reflexión acerca de las particularidades de la radio: “¿tendré que aprender algo para hacer radio? ¿Qué será eso que me falta conocer y dominar? ¿Qué tipo de discurso quiero producir para mi programa/radio, bajo qué agenda, qué forma le doy, con qué objetivos y para qué tipo de audiencia?”
- Se repite lo que se escucha –agenda, formatos, contenidos y prácticas de la radio privada-, dando por sentado que: a. es incuestionablemente correcto (“si está al aire debe estar bien”); b. es aplicable a todos los casos (no hay una visibilización de las necesarias diferencias entre diversos tipos de emisoras); c. y, por lo tanto, es la única manera posible y socialmente aceptada de hacer radio.
Vale la pena detenerse unos minutos en las causas de la pauperización de las propuestas de las radios comerciales:
- Tal como decía Virginia Arce, mi profesora de radio en la UBA y quien me abrió las puertas a la docencia invitándome a ser su ayudante de cátedra, en el esquema de los multimedios generados en la década del 90 las radios eran las “hermanas pobres”. Los recursos volcados desde la “centralidad” hacia los integrantes radiales de la amalgama empresarial han sido siempre menores y esto no está únicamente vinculado a que hacer radio es proporcionalmente más económico que realizar cualquier otro medio masivo de comunicación.
- Ante la precarización de recursos económicos -y por lo tanto técnicos y humanos-, el magazine se instaló como el formato con la mejor relación costo/beneficio: noticias (actualidad político-económica, deportes, espectáculos), entretenimiento/humor y música, con la agenda de los medios gráficos y el último momento de los televisivos e Internet –obviamente, los del propio multimedio-, la entrevista telefónica y el móvil como recursos casi excluyentes, acuerdo con alguna discográfica como razón de ser de la musicalización y la participación del oyente –si es vía sms mejor, ya que genera mucho dinero para el medio- como vía de santificación. En ese rígido esquema, poco lugar queda para otro tipo de prácticas periodísticas, exploración de otros formatos y producción de otros recursos con herramientas diversas. Es el modelo de la radio privada.
- No es ajeno a este fenómeno el hecho de que la radio es el medio que atraviesa el día de los oyentes. A diferencia del diario y la tele, que requieren momentos puntuales dedicados exclusivamente a su consumo, las emisoras acompañan a la audiencia en su cotidianeidad: trabajo, estudio, traslados, tareas del hogar, momentos de descanso y esparcimiento, etc. Este es uno de los factores que la hacen tan entrañable y compañera, el que permite establecer un vínculo de cercanía y confianza que es, en parte, el que impide que se la cuestione en su especificidad a la hora de pasar del rol de oyente al de realizador. Retomo: al atravesar el día del oyente, la radio ocupa un rol clave a la hora de instalar y reproducir una agenda y una mirada. Así, el sagrado circuito de la repetición se perpetúa: a. a la mañana las radios “levantan” los temas y abordajes de determinados medios gráficos y de Internet (incluso a veces entendidos y abordados con la misma lógica, como si fueran lo mismo); b. los desarrolla (generalmente acudiendo a las mismas fuentes mencionadas en el artículo-fuente, de manera que la reproducción de la percepción queda garantizada desde el título hasta el tratamiento); c. esos contenidos son a continuación retomados por los medios gráficos y digitales, cerrando el círculo.
- A diferencia de la tele, medio en el cual la ficción y los programas de entretenimiento ocupan lugares importantes en la grilla y en los presupuestos frente a los formatos total o parcialmente informativos –y con esto no estamos desconociendo la enorme y eficaz capacidad de reproducir ideología de un teleteatro o un programa de juegos- en la radio se cargan las tintas sobre la información –incluso mechándola con el color y el entretenimiento que suelen habitar los magazines de interés general-, que machaca los oídos de la audiencia durante toda la jornada a través de los magazines, formatos informativos e incluso los títulos que suelen tirarse en el escaso contenido que tiene la radio fórmula (programación netamente musical con un locutor de turno que cada tanto anuncia los temas y tira los datos del clima). En este marco, invertir en la producción de un radioteatro como programa de media o una hora distraería recursos que el multimedio no piensa destinar a la radio y, “encima”, atentaría contra la efectividad del circuito de reproducción de agenda descripto en el punto 3. Desde aquel punto de vista, no tiene sentido alguno salirse de la lógica del magazine.
- Siempre hablando a grandes rasgos, el rol informativo de la radio comercial consiste en repetir la agenda, no en generarla. Eso, además de la cuestión presupuestaria, es la que impide que se trabajen formatos periodísticos como el documental o el reportaje.
- Para garantizar que la radio no produzca sino que reproduzca, las condiciones laborales de la radio siempre han sido pobres: los sueldos son -si es que existen- bajos, de manera que para sobrevivir un productor de radio suele tener varios trabajos –si es en la tele o la gráfica mejor, ya que allí se juegan mayores presupuestos y/o reconocimiento masivo y/o prestigio- y los presupuestos volcados a las producciones, como hemos dicho, son escasos. La falta de tiempo y recursos instalada en las radios propone como recursos lógicos y naturales la reproducción, el no chequeo de fuentes y noticias, el refritaje. No hay estímulo a la búsqueda... o se estimula lo contrario.
- El alquiler indiscriminado de horas de aire con fines recaudatorios –sin evaluar la calidad de la propuesta, la línea editorial o el tipo de contenido y su coherencia con los de la emisora-, así como el imperativo de ocupar toda la grilla de programación con programas de realización rápida y económica para habilitar mayores espacios para tandas publicitarias y chivos, refuerzan el enquistamiento del magazine bobo.
El “reproducto” de este sistema “reproductivo”, carente de búsqueda, reflexión, dedicación y experimentación es lo que se ha instaurado sin ingenuidad alguna como práctica y contenido radiofónico. Es lo que se escucha, lo que se enseña –salvando varias y honrosas excepciones- y lo que se repite cuando un oyente consigue un espacio para tener “su propio” programa. O cuando una comunidad bien intencionada consigue motorizar un emprendimiento mediático. O cuando profesionales piensan su próxima emisión.
Está claro que este fenómeno supera ampliamente la predisposición y buenos deseos de realizadores y capacitadores. Se trata de un ejemplo más de la “normalidad” que instala un discurso hegemónico –cualquiera sea su origen-, naturalizando prácticas, formas y discursos e invisibilizando y/o “anormalizando” –y, por lo tanto, invalidando la exploración y aplicación de- lo distinto. Vale la pena aclarar que hay muchos, pero muchos realizadores que buscan, prueban y comparten otras formas de hacer radio. Es que la trampa radica en que estos hábitos (programa de radio = magazine y punto) están instalados en ambos lados del mostrador: no basta con producir otras formas y contenidos, también hay que generar un proceso que permita que el oyente abra sus oídos a esas nuevas propuestas que, en principio, le causarán extrañamiento y no va a reconocer o valorar como "radio".
Por lo tanto, capacitar realizadores radiales idóneos –sea para trabajar en medios populares, privados o públicos- implica generar, primero, un cambio de mirada que permita visibilizar “lo otro” y, a partir de allí, apropiárselo. Sin más, se trata de la necesidad de generar el proceso sociocultural que también plantea la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual al cambiar el viejo paradigma de la comunicación/bien de consumo por el de la comunicación/proceso de interés social, en el cual la búsqueda de ganancia es sólo un aspecto posible y no el que sintetiza y agota el asunto. La búsqueda de la que hablamos es anterior a la LSCA, que no hace más que pasar en limpio una necesidad preexistente, darle un marco legal e institucionalizar caminos y herramientas para satisfacerla. La nueva legislación no fue lo que movilizó a cientos de organizaciones y comunidades a pensar sus propios medios -recordemos, para dimensionar el fenómeno, las 13 radios comunitarias capacitadas junto a Abrojos tan sólo en Tucumán-, sino el instrumento que permitió canalizar aquellas necesidades y ganas que tuvieron mucho que ver con el origen y debate multisectorial de proyecto de ley que fue sancionado en el Congreso por una amplia mayoría conformada por diversos partidos políticos. Al respecto, recomendamos la lectura del libro "La cocina de la Ley", edidato por FARCO.
Hay un nuevo camino que se está construyendo... y queda mucho por hacer. Es nuestra hipótesis que es tan necesario encausar las capacitaciones de los actuales y futuros comunicadores considerando los factores mencionados como formar formadores que garanticen la difusión y consolidación del nuevo paradigma comunicacional y, además, desplegar estrategias para que los oyentes sean parte del proceso de transformación que plantea “otros contenidos” (formatos, agendas, calidades de producción, lógicas, recursos, prácticas, miradas, etc.). Con tiempo y esfuerzo, podremos naturalizar la noción de que es posible -y necesario- hacer y escuchar otra radio que incluya y supere el actual y perimido modelo.